No, no soy juglar y no me pesa
No, no soy juglar de nadie ni de nada y no me pesa. Los
mesteres lo hago menesteres personales y
me los curro a mi libre albedrío a veces de difícil contención, sin atisbos de
chulería, simple sentido del ver y del sentir, chachi que es uno en mi espejo
de la vida.
Y es que si la realidad interesada que nos circunda no me
gusta, me rebelo, dándole sentido a mi vida, pues regalo otras realidades, en
función de mis poderes, hoy pendientes
de difusión y el todo llegará como hormiga de la libertad, como ser que te
acecha, generoso, díscolo e irreverente.
Yo no le tengo miedo al miedo, admirado Wilde; yo me tengo
miedo casi a hurtadillas y cuando me reconcilio con él, soy luz que irradia
juventud pues los hielos lo calman todo,
al menos en mi mundo de contrastes y deseables influencias, y mi modestia, y no
te dejes llevar, siendo tú y tus dudas cartesianas.
No me siento desintegrado, me siento integrado en una
síntesis falsa, en una sociedad que no tiene
identidad, que se llama y orgullece
de lo que no es, que adolece de moralidad humanizada, pues los duales
del mal y del bien, todavía buscan su sentido, camino de la fe irrazonable, de
esa fe que traga quina y mezquinas incomprensiones.
Y es que cuando Eva se dejo llevar por sus inclinaciones, ese
creador la traicionó y castigó en injusta demasía, pues ella solo era un instrumento y dio cara al invento de
esa creación que se proyecta y es presente. Para mí sigue siendo madre de los
sencillos, evolución de mis sonrisas y tristezas sin saldo, auténticas, nacidas
de mi yo y trajes de ocasión, según el
qué y para quienes.
Claro, claro que no quiero que nos martiricen, que no nos esclavicen los látigos del desamor, sin
necesidad de vivir embriagados por un odio que no he parido ni gestado. Quiero
seguir con mi poesía asonante y mis intentos de vencer esa apatía momentánea
que nos llama a lo fácil y a la
desmovilización. No necesito se me reconozcan los derechos al desorden que me ordeno a mi manera; no necesito mi dicten
cuando he de marcharme de esta terrenal vivencia, pues me lo como y me lo guiso
yo, de momento, controlando mi gerundio, avistando paisajes de policromía.
Y me dicen mis poetas y pensadores de esa minoría reconocida
tarde y mal, que no que me en el fuego, que sentiré el efecto de las llamas en
mis carnes, pero que aprenderé a no
quemarme, eso si después de la primera, o enésima vez del cesto de las
ocasiones ya vividas.
Yo sigo caminando amigo de la ignorancia a la que llamo a ir
a la escuela para ennoblecer a tanto hermano necesitado de ser conocido y
dotado de esos conocimientos que te liberan y hacen dueño de ti mismo. Avanzo irremediablemente hacia “ el ser más calvito con la avanzada experiencia de la vida pero cada vez más limpito de
ideas y de intenciones ”. Pero es que mi ignorancia me hace compartir lo
poco que sé con mis semejantes pues mis alforjas me las quiero llevar vacías,
vacio entonces hoy de plenitud, y mil gracias a mi maravillosa dedicación “ enseñar lo aprendido y el nada regalado,
sabiendo lo que cuesta acceder y los frenos a lo fácil e interesado”.
Y despidiéndome, me dicen mis contertulios de bar de
proximidad mañanera, ¡ Gallardo haz un librico de lo mejor de tus 444 cumplidos
hoy presente en estos dos años de opinar en tu ansiado regreso melillense !, y
me llena, y me río y me digo , cómo y cuándo encontraré a ese mecenas del
pueblo que me ampare... qué bonito sería, no se si lejos de mi alcance, pues en
mi Tolkia idealizada, ya me conocen, ya me publican y soy el contrapunto de cafés y lecturas de prisas,
tostadas al par, estando por ello, agradecido. Lo dicho que mi salud para
todos, dejándome contagiar de vuestra autenticidad, y es que veo que me lees,
mi abrazo.
No, no soy juglar, y
no me pesa, pero al igual me lo
pienso y sabe dios...
Pedro Gallardo, Ciudadano
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