viernes, 10 de agosto de 2012



Pacíficamente nos marcharemos, de momento



 Qué revuelo, que pluralidad ante lo protagonizado por los jornaleros del SAT. Hay quienes magnifican sus diferencias, su cabreo alegando se han saltado leyes del Estado formal, legal de leyes que no se cumplen o se interpretan de manera diferente para otros. Las “Turquillas de Osuna”, yeguada militar la penúltima deseo no la última, pendientes de arrestos de antiRobins,  la ley sobre el de gesto aireado, sobre quienes se saltan las normas de una norma que asfixia y nos hace impotentes. No quiero justificar lo hecho en MercaEcija, pero no nos equivoquemos, pues hay mucho explotador agasajado, llamado a ser indigno de medidas que afloren sus desmanes y antipatriota concepción de lo que representamos.

 La derechona  pone a caldo a sus plumillas y esclavos, intentando neutralizar a los que están hasta los huevos de tanta demagogia y enconsertada  relación de sin iguales, les tiemblan los  botones de empachos de convicciones sin justo estrado, pues la Justicia vacaciona o se adapta a intereses ¿ sin estado?

  Y el presunto cabronazo de Golman Sachs, el promotor de las “supprime escandalosas”, intocable mientras al marinaledo y aforado lo quieren torquemadizar. Las distancias se juntan, los perversos se unen, los a combatir  se hacen fuertes pues les jode salgan respondones que rompan los esquemas y esta quietud  bochornosa e insoportable.¡ Caña, caña a los putos que van por la vida de nobles, entregados y decentes!

Este amanecer lo ha abierto a mis ojos con rebeldía, habiendo dormido en libertad controlada por mis ejércitos de defensa y meridiana enemistad con tanto suavón  instalado en poltronas de miseria y  decrépita visión de un mundo para cuatro, a pudrirse en sus materiales y falsas  actitudes. No he visto eco suficiente en mi “ Yo condeno  y ellos se absuelven ” y lo entiendo y me rebelo, todo llegará, pues las etapas tienen paradas impuestas de las que os liberaré, cuando tenga poder sobre los falsos agoreros de Levante y otros vientos de justicia por llegar.

Voy preparándome mentalmente y  en escena para la movida del 23 de este agosto caluroso  proponiéndome elevar a la Mesa de lo Social, contenido cívico, pues la democracia que nos encarcela prima el recorte de derechos y libertades sin genuina libertad. Ello lo será en su punto, en su momento, aspirando mientras tanto a opinar de lo que siento, de lo que me cuesta visualizar y hacer entender y coprotagonizar.

Y es que estamos viviendo o malviviendo una guerra, la más grande expresión de lucha de clases desde que dijeron tenía uso de una razón que me subleva por semillas que crecieron desde entonces.  Es que esto no es una crisis, es una estafa.  Es que hay que seguir aspirando a acabar con las tecnocracias, con  raquíticas democracias de nombre, vacías de contenido y arregimentadas para  castas, oligarcas y  estrechos de corazón, insolidarios y amantes del becerro del oro indecoroso, del arrinconar al que sufre, padece, no sabiendo cual es su camino sin final y libre proyectar.

Yo no me apunto a la censura fácil del silencio y falta de compromiso.  Me sumo a los descabalgados de un caballo sin dueño, a un caminar de paso seguro y propio, a mi libre devenir y costas que asumo, no renunciando a tanto artilugio y obstáculos que anulan otras visiones de  lo mismo, dependiendo de lo que sientas y veas, de tus débitos y renuncias, orondando a los demás.

De momento una pausa estratégica o táctica, en el camino.  Crece el movimiento de repulsa a lo antisocial y no hay vuelta atrás.  Uno sigue alimentando inquietudes, allanando veredas y viendo colores nada grisáceos en un arco iris de esperanza, en una cercanía próxima que vaya  calmando  anhelos de conquista e insumisión ante quienes ven lo fácil,  en llamarme  al obstracismo, pues yo no tengo más que dar salvándose los míos, nada impíos, colegas de la insumisión y ruptura de cadenas por llegar.

 Y un deseo, ver esa mañana de añadido, esa luz que  ilumina a tanto necesitado de anular llantos. Mi sed buenos o  al menos, intentarlo.





Pedro Gallardo, Ciudadanio

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