sábado, 21 de abril de 2012


  En otros tiempos, en aquella primavera
Venían de la asamblea, atravesando con dificultades la rambla del Consuelo de la huerga. No había surgido la alternativa pues se mostraron en exceso cándidos.

 Maese Calderón se mesaba la barba en la tasca del Bachiller Galisteo, observando  por el ventanuco la llegada de Parreño, que se cagaba en los santos ante el fracaso.

Una vez en la posada del camino en el andar, Gil sin sus calzas verdes les recibió, dándoles ánimos, pues sería en oltra o en otra por llegar, pasadas las amenazas y a olvidar de los infantes de Las Segovias,  pues Diéguez mediaría y era de seguro más que diez.

Y es que la heráldica a voleo de papeletas a reciclar o  hacer humo, de momento no volatizan mis ideas haciéndome valorar el apellido del gremio y del topónimo, de los santos y fetiches de este cruce temporal de veredas y misterios despejados.
No, no pudieron desahuciar al Señor de Mico  y Barragán ávido de comentarios  de trovaduría y diabluras . Sus intereses y amoríos con la reina pesaban tanto como los orígenes de cuna, tanto como las cornamentas que la pleitesía y el servilismo escondían, pues, sépase que la verdad verdadera, dolía y no era digna de figurines de tiempos por suerte, pasados .

Los sentimientos y ofuscadas expresiones se fueron desvaneciendo en la medida que el vino  de Tomelloso hacía de las suyas, no desmereciéndole en nada el requesón de La Roda y ese pan  de Guzmán de Calatrava, horneado de derecho de momento en sus dominios. Eso, mientras la lozana moza  que le servía le diera jarilla y verborrea al curilla confesor que refollaba  maldiciendo posaderas que no colaboraban con sus huevos y pepino.

Cierto es señores, que no me acuerdo del año del evento, de semejante escena, pero juro por las barbas de Belzebú y mil diantres, que ocurrió  y
que no hacen falta crónicas que lo certifiquen pues uno estuvo, dando fe no cristiano de lo acaecido. Lo papeles cierto es, se perdieron, pues los efectos del vinati hicieron estragos en mis necesidades de pasión, vicios y jodienda nada amarga. Y es que ella, la Dulcinea del lugar estaba que te mueres, y a mí, me pudo la carne, reconociendo y no me pesa, mi debilidad  y de premio, los gustazos de lascivia y el jalar que buen yantar.

 He prometido volver, tornar a la escena de aquello que me enamoró, dándole interpretación  al porqué  me dejo llevar por las pasiones del barril y el morcón que te quitan el sentío. Pero, ahora toca volver a esta dimensión que te dice, despierta raudo Gallardo, que se comen los mejillones  del boá, que son las dos y no te esperan, que son fieras tapeando, que no respetan orden ni lugar... y no me queda más que cerrar página, una más, un momento  de gozo.

 Y es que es tan fácil y agradecido, que pienso volver , si me dejas, retroceder y debutar, con el permiso de mis hados y delfos, convidados a compartir pasiones terrenales que te realizan. Un abracete para y por , sobre todo aquellos que no me comprenden, pues es tiempo de paz , aquél que yo me concedo. ¿ Y ellos?, ¿ onde andarán?.

 No puedo despedirme sin decir que en mi Melilla corren aires de feudalismo y señorías, contrastando con una plebe que reclama con hechos, menos palabras y limosneo e imagen, derechos plenos de ciudadanía, y en ello estamos.





Pedro Gallardo, Ciudadano

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