¿Quiero realmente
olvidar?
Acá y allá, allá y acá, hay
tres clases de gentes nos dice el uruguayo Benedetti, Don Mario, los que
se matan trabajando, cumpliendo y añado yo, si lo tienen; los que deberían
trabajar cuando lo tienen y compiten por el escaqueo, y los que se merecen y no
tienen la oportunidad de trabajar, siendo para ello desdeñable la necesidad
equivocada de matarse, pues que matar ni a una mosca, si espantarla que al
igual funciona.
No existe gente que se gane el apelativo de “ ser buena ”, simplemente quien no lo es
o siente, no lo es, siendo eso, simplemente gente, a veces ganadora del –uza,
sin llegar a yakuzas, por mucho que el
imperio los consiente o proteja,
más allá de las películas.
No , no quiero olvidar y por ello me coloco de fondo musical
motivador el “ amarantyne de mi musa Enya
“ largo tempo olvidado, y creedlo, funciona. Tiempo a que mi amigo
tolkiano sideral no me visita, puede que por entender que no lo necesito y, yo
claro, generoso entiendo de sus otras
prioridades, pues el género humano necesita de sus sabios y nada corruptos
consejillos, no sometidos a las rebajas de esta larga cuesta de Enero, que nos
incita a ver lo poco de que disponemos y
lo mucho que ansiamos por puta cultura consumista.
Olvidar, aplazar, no priorizar, esconderse, no enfrentarse,
no reconocer, no admitir, denostar, aparcar...sabiendo que este es un momento y
que todo pasa, pero no haciéndose merecedor al olvido porque sí, pues puede
haber otras razones.
Presto y nada abarazado, nada agriado, recuerdo mis
amistades, mi afacimiento en castellano arcaico y recobrado, siguiendo con mis
pensamientos en forma de asmamientos, simplemente porque así se le apetecen a
mis compañones testiculares, ajenos a lo que piensen por no olvido mis neuronas
nada hipotecadas, nada okupas, dicen cerebrales o de amplio encéfalo en las
alturas, lejanas del celeste angelical de ángeles y querubines, hoy día
pendientes de contrato a renovar, por fe a
recobrar o Dios sabe que.
Mis veridades, mis verdades, mis locuras y desmanes los someto a juicio de quien quiera
valorarlos, consiguiendo centres por segundos tu atención en este mortal
de seña y cuño por registrar. Me niego a olvidar, me niego a olvidarme de
tantos ti o nos,
o aquellos por más lejanos. Me niego a desconocer o alargar en el tiempo
pasado, los dóndes, porqués y los cuándos.
Y no me desvinculo porque no aparto el recuerdo y
recobro elevando al presente el olvido
querido, a mi Luis Cernuda, preguntándome donde radica “ el olvido en cada uno de nos, o de vos, o de ellos ”, deseando
le destinemos un pequeño, un pequeñito espacio interior y proyectable a
sus razones, desventuras y pasiones logradas, frustradas o
pendientes de obras y logros mayores.
Cómo, cómo olvidar el poema de Mario, “ si dios fuera mujer”, la canción del olvido que hacía sonreír desde su tristeza momentánea a mi madre
María, cuando no tenía que darme lejos de amamantarme.
Y es que si dios fuera mujer, la abrazaríamos para alejarla y
arrancarla de su lontananza, no habría que jurar hasta la muerte nos
separe, en una dicha que no acepto, pues ellos se han trasladado a otras
dimensiones los vuestros también, reservándoles el espacio interior que nos
reconforta y hace dueños de sus querencias.
Y es que el olvido , admirado Khalid Gibram como bien me
enseñaste y apliqué, es una forma de libertad, de liberarnos por momentos, no renunciando a su llegada y
protagonismo, según manden mis cánones y
controladas perversiones de la
ansiada mejora que me hace huir de
sombras nada provocadas por mi
aspiración a persona.
No olvido la arrogancia que de cuando en vez me seduce; renuncio a la soberbia de momento desconocida
y a visitar; reclamo más humanidad entre humanos que aspiren a serlo; reniego de la avaricia capital o de duda
teologal y a lujuria lujuriosa pidiendo caridad para mi y para otros; me aparto
de la ira por impenitente aspirante a paciente
con exceso de paciencia; denosto la gula con templanza, la envidia con caridad no
consiguiéndolo por débil y macaco humanizado;
ser diligente por pereza pendiente de mi fuerza en el vivir, a veces
deseada y limitada.
Y es contra toda opinión, admirado Duchamp, no son los
pintores quienes hacen los cuadros de la vida, en marcha o despedida, siendo los espectadores de privilegio quienes
hacemos los cuadros, los interpretamos y los elevamos a subasta, quedándonos
los que no podemos patrimonizarlo a
nuestra protección y dicha, con simples pero valiosas copias según y depende de
a quien mostrarla.
Y consciente de mi titular, de mi “ quiero olvidar ”, decir que no,
que realmente no, que republicanamente
aspiro a plantearlo. Hoy por hoy, manda renunciar a ello, pues los
olvidos nos hacen recordar tanto, que esos dóndes y cómos y cuándos, quieras o
no forman parte y todo de tu ser y de lo
que queda, y así lo deseo en todos, por dar en este transcurso , en este reconocer que
de nada vale la arrogancia de creer que “ los equivocados y a olvidar o hacer de nuevo debutar en este teatro,
circo o la vida, son “ siendo tú y yo y también, el lechero, todo
de parte o parte de todo.
“Right to be
forgottren”, el derecho al olvido, el derecho a no reclamarlo, pues me lo
he concedido, no recordando a quienes a
ello se oponían , en ese circunstancial olvido que nos libera de ver tanta ignonímia
y fácil deambular, paradas y guisos de esta , ¡y es triste!, vida no repetida.
No me olvides, no me
silencies, pues solo aspiro a llegar a tu pupila y céntrate, con olor a café, a
diario, en tu transcurrir sumando un nuevo día. Mi salud y aspirante compañía ,
mis olvidos recordados, mi renuncia a seguir... el punto que se acerca, mi final
y despedida.
Y es que hay mariposas
muertas en lo sótanos de mi país, como en el tuyo, querido Víctor, argentinito
de las aceras, de procesiones por contemplar, de un mundo por cambiar.
A Heredia, por su
impulso e ilusión transmitida en este anochecer ventoso de un enero que se hace inacabable.
PEDRO GALLARDO, CIUDADANO
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